Una cuestión que surge de la lectura de los textos
y de las prácticas compartidas por los participantes en los foros de discusión
y debate es si debemos/podemos incluir estas herramientas (Blog y Microblogging
o Twitter) en nuestras prácticas educativas actuales. Rápidamente aparecen un
sinfín de motivos para postergar esa inclusión (como el tiempo que demanda, las
dificultades “tecnológicas” que aparecen con su implementación o el
desconocimiento por parte de algunos docentes) que, a veces, nos impiden
analizar los motivos por los que deberíamos/podríamos incluirlas.
Un aspecto central que no debemos soslayar es que
esas herramientas ya existen, ya son parte de nuestra cultura, ya están
disponibles (para cada vez más gente). Su existencia en la sociedad y su
utilización (masiva o no) no dependen del hecho de que los docentes decidamos incluirlas
o no en nuestras prácticas educativas. Nuestros estudiantes ya las usan. Es
cierto que utilizan estas (y otras) herramientas con otros fines pero está en
nosotros buscar las maneras (atractivas y creativas) de que los estudiantes vean
en estas prácticas otros usos posibles.
Es cierto que estas herramientas no fueron creadas
con fines educativos (y eso nos obliga a conocerlas en profundidad para
analizar sus fortalezas y sus debilidades) pero en principio parecen tener
variadas cualidades y características que les brindan una potencialidad enorme
como herramientas de apoyo a las prácticas de enseñanza y a las prácticas de
aprendizaje.
Como dice Henry Jenkins (2006) “importan qué herramientas
están disponibles para una cultura, pero importa mucho más que elige hacer esa
cultura con las herramientas”.
Las preguntas podrían ser ¿Qué elige hacer la
cultura con estas herramientas? ¿Qué elige hacer la educación con estas herramientas?
¿Qué elegimos hacer nosotros con estas herramientas?
Hola de nuevo, Victoria,
ResponderEliminarViendo lo que escribías y reflexionando sobre la cuarta entrega bibliográfica, que hasta recién estaba leyendo, pensaba que el uso de los blogs con fines educativos se me aparece intuitivamente ─sin necesidad de pensar demasiado─ como más evidente. Compartir nuestras escrituras y reflexiones y recibir comentarios es para mí una situación típicamente académica, es lo que se hace en el aula, por lo menos en un taller. Con el Twitter, sí, me resulta más difícil pensar usos de apoyo a la enseñanza. Aunque la idea de las microhistorias me parecía interesante ─quizás porque mi ámbito es el de la escritura...─. ¿Quizás el valor educativo de Twitter resida en incentivar la capacidad de síntesis, la condensación del sentido?
Un saludo,
Emilia